Son pocos los debates sobre la gravedad de los pasivos ambientales que va dejando la intensiva y descontrolada actividad extractiva minera de los últimos años en territorio del Perú, y hasta hay un silencio cómplice de quienes tienen la responsabilidad de preservar la geografía y la naturaleza viva.
Los pocos defensores del medio ambiente, que en muchos casos son las poblaciones nativas, son objeto de persecución y satanización de parte de quienes son impulsores de una minería abusiva y corrompida. Las exageradas y hasta ocultas concesiones territoriales a empresas transnacionales y nacionales pone en peligro el futuro de la geografía peruana y de sus habitantes.
En la actualidad, ríos, tierras y aire muestran altos grados de contaminación. Valles, cabeceras de cuencas, tierras de cultivo, animales, pasturas y la gran amazonía ya sienten los rigores de la lluvia ácida compuesta de partículas mineralizadas que caen sobre los suelos, pululan en el aire y recorren en aguas.
Espero, que este grave tema sea puesta en la agenda de prioridades del país, pues está a la vista el riesgo la sobrevivencia de una nación que por bendición divina es prodigiosa en recursos naturales. Las autoridades y los gobiernos están en la obligación de preservar la vida, antes que la muerte.