Al escudriñar sólo algunas informaciones que se publican en diversas páginas del Internet, me quedé paralizado y totalmente desmoralizado, al saber que en mi país existe una repugnante generación de personas, que nacen, crecen, viven y mueren para robar, saquear y disfrutar del dinero fácil, y son dineros que provienen de los caudales públicos que corresponden a una nación entera, donde habitan 34 millones de personas.
Las cifras que se publican y conocen son realmente super millonarios, no creíbles. Y las modalidades y técnicas de los robos son innumerables, cometidos por actores de diversos estamentos y orígenes, muchos de ellos empresarios, políticos y autoridades de elección popular y nominados por confianza.
Siento vergüenza y repugnancia por los hechos criminales, pero también por las degradación de las instituciones de fiscalización, vigilancia y control del uso y manejo de los caudales públicos, pues los ladrones, en este caso del alto vuelo, de cuello y corbata, no reciben ninguna sanción por sus delitos.
Esta asquerosa realidad que irrita a cualquier ciudadano medianamente cuerdo, debe acabar alguna vez, y una forma de hacerlo es modificando radicalmente las reglas de un sistema y estructura estatal que favorece el libertinaje y la podredumbre. La nueva estructura estatal y de gobierno debe privilegiar la HONESTIDAD, LA LEALTAD Y LA CULTURA DE LA BUENAS PRÁCTICAS EMPRESARIALES. Si ello no ocurriera tengan la seguridad que nuestra querida nación seguirá hundido en la delincuencia tanto en las altas esferas del poder como en la delincuencia callejera que es la hija sucia de los padres y mentores de los robos multimillonarios.
No conozco la realidad de otras naciones, pues lo que ocurre en mi país es terrorífico y altamente perjudicial para la normal vida ciudadana. Disculpen mi furia al escribir esta nota que jamás hubiera deseado, y que los medios capitalinos y analistas los ocultan.