No quiero ser un agorero apocalíptico, sólo observo la realidad y sus perspectivas, y allí veo que las políticas y leyes vigentes sobre exportaciones de productos agrícolas en el Perú, muchas de ellas con vigencia de más de 10 años, y que han tenido inversión publica en tierras y agua, además de privilegios tributarios multimillonarios, AUN NO muestran los beneficios que espera el país, pues solo reportan altas utilidades para individuos que supieron acomodarse en las esferas del poder como concesionarios.
En este panorama, observo que si continúan vigentes tales leyes y políticas del Estado como subsidiaria de empresas privadas que además usan artimañas jurídicas para perpetuar lógicas perversas, el país estará condenado a vivir en hambruna permanente, porque lo mejor y bueno de los productos de las ricas tierras peruanas, alimentarán otros estómagos y dejarán´vacíos los estómagos de millones de connacionales, o los condenará a consumir alimentos genéticamente manipulados e importados.
Los altos niveles de anemia y desnutrición infantil que ya supera el 60% en zonas rurales como las regiones andinas de Puno y Cajamarca, nos están diciendo que no hay seguridad alimentaria, tampoco políticas, programas ni proyectos sostenidos y efectivos que la reviertan en un corto y mediano plazo.
Entonces, como un ciudadano que ve un futuro sombrío, porque no hay claridad ni efectividad en el fomento y protección de la agricultura peruana menos en la seguridad alimentaria, tengo el deber de invocar a las nuevas generaciones a repensar y actuar como defensores de la nutrición sana y correcta de niños, jóvenes, adultos y ancianos, y ello ocurrirá cuando los alimentos de mejor calidad lleguen primero a los estómagos de peruanos y peruanas.
GOBIERNOS INSENSATOS NO PUEDEN CONDENAR A UNA NACIÓN A ALIMENTARSE DE COMIDA DE SEGUNDA CLASE, CONOCIDA COMO BASURA O CHATARRA.