No soy agorero, apocalíptico ni anti-minería, mas bien soy pro-naturaleza y pro-vida saludable, y los recientes sucesos de reacción social de poblaciones nativas por defender la sanidad ambiental de su entorno me han motivado a escribir este breve comentario. Y para ello sólo debo recurrir a ver los hechos que son realidades que no se pueden ocultar ni olvidar.
La ciudad de Cerro de Pasco, es una triste huella de lo ocurrido por un incontrolado apetito económico y mercantilista de extracción minera facilitado por diversos gobiernos y leyes corrompidas que privilegiaron el dinero y las utilidades económicas antes que la naturaleza y la vida en general. Hoy, esta ciudad es la más contaminada de América Latina con residuos y tóxicos mineros.
Hay otras muchas ciudades y poblados que pueden tener el mismo destino pues en cada una de ellas hay explotación minera intensiva, que rompen la armonía y el equilibrio ambiental, es el caso de las cuencas hídricas que ya tienen aguas envenenadas con metales, lo cual afecta directamente la salud orgánicas de personas, animales, vegetales y suelos.
Otro caso particular, es lo que ocurre en la ciudad de Arequipa, que a poca distancia tiene en operación una gran empresa explotadora de cobre y cuya vida ya se proyecta para 40 años hacia adelante. Los primeros signos de alarma ambiental ya se perciben en la misma ciudad y alrededores, por lo cual hay que tomar medidas urgentes para no lamentarse después, y nunca repetir aquella horrible destrucción ambiental de Cerro de Pasco.
LOS GOBIERNOS, EL CONGRESO Y LAS LEYES TIENEN LA OBLIGACIÓN DE PREVENIR LAS AMENAZAS Y LOS RIESGOS. AÚN ESTAMOS A TIEMPO DE SALVAR AQUEL PELIGRO.
Muchas cabeceras de cuencas hídricas son contaminadas con residuos de minerales